Las lluvias veraniegas en Nogales

No puedo sino recalcar la importancia que tiene para Nogales y para esta región de Sonora y Arizona la temporada que se avecina. 


Cuando tomamos un vaso de agua, regamos una planta, lavamos el auto o vemos correr un arroyo en este municipio, podemos estar seguros que esa agua formó parte del océano, se elevó como gas, la atmósfera la transportó aquí y cayó nuevamente como lluvia. 


Y al observar que cualquier tipo de vida, animal o vegetal, aquí o en cualquier lugar del mundo existe gracias al agua, nos daremos cuenta de lo fundamental que es la presencia del que ha sido llamado, adecuadamente, líquido vital. Esto mismo sucede con la totalidad de ríos y en todas las zonas de esta región.


Tradicionalmente se maneja esta temporada, la que va de mayo a octubre cada año como monzón. Sin embargo, es necesario matizar este dato. Por ejemplo, en Nogales la temporada anual de lluvias empieza con julio y dura hasta octubre, si no noviembre.


En Sonora, la península californiana nos protege contra las lluvias al bloquear la llegada de la humedad de la atmósfera. 

Sin embargo, estos días hay un cambio en la procedencia de nuestros vientos, que generalmente vienen del Norte u Oeste y cambian en esta temporada a proceder del Sur o Sureste, debido a la interacción de sistemas de Alta y Baja Presión Atmosférica. 

Por eso, la humedad de la atmósfera, conforme pasan los días, va ascendiendo gradualmente por toda la Costa del Pacífico, hasta que llega a nuestra región alrededor de la fecha indicada con una tormenta arrasadora. Ese cambio repentino avisa la llegada de las lluvias de verano.

En esta región, la mitad del agua que llega anualmente, lo hace en forma de tormentas durante esta temporada. Se conservan estadísticas de las lluvias con un promedio de alrededor de 480 mm/año (unas 19 pulgadas), aunque con muchísima variabilidad año con año. Las veraniegas son cortas e intensas;  opuestas a las invernales, conocidas como equipatas; que son calmadas, extensas y que duran varios días. 

Además, antes de la temporada de lluvias, con el paso de los días el calor va elevándose, mientras que las tormentas veraniegas van avanzando paulatinamente, procedentes del Sur. 


Pero antes de la llegada de las lluvias de verano, llega la  temporada en que las humaredas producidas por los incendios forestales anuncian la próxima llegada de las tormentas, temporada que en la mente de los nativos de la región ocasionaba que  se confundieran ambos fenómenos. El humo de los incendios forestales y la llegada de las tormentas. Similitudes que debieron llevar a asignarles deidades propiciatorias a ambos fenómenos naturales.


Desafortunadamente, no conocemos las creencias prehispanas de esta región, aunque para los nativos, esta temporada debió anunciar la época de la producción de la naturalezadesde tiempos antiquísimos, desde las épocas formativas en Mesoamérica.  Eso mismo pasó con los Olmecas, los Zapotecas o aún los Maya, y aún en Colima, de donde procede la efigie adjunta. 
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Y después de la llegada de los misioneros europeos, estas fechas fueron transformadas por el santoral católico en la festividad de San Isidro Labrador, el 15 de mayo, o el día de San Juan Bautista, el 24 de junio, que son días lluviosos por excelencia, son días agrícolas, ocurren cuando el tiempo anuncia las aguas que propician las buenas cosechas. Ocurren cuando la producción natural del medio produce los ejotes, las flores de calabaza, los productos que, no lo saben los habitantes de la región, son consumidos en forma de pozole de milpa, o pozole de trigo como se le llama también aquí en Sonora,  participando todos en ese antiquísimo ritual.

Algún día hablaré de la evolución que ha tenido el pozole a través del tiempo  y el espacio. Sin embargo, cualquier sonorense, al ver  un plato de esa comida, le dirá a uno que se trata de ese platillo.

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