Cómo fue vista, en México, la construcción del Ferrocarril de Sonora

La construcción del Ferrocarril de Sonora antes de su inauguración el 25 de octubre de 1882 en el entonces Rancho de Nogales había provocado un amplio debate nacional.

Ya he hablado en otros artículos, acerca del proceso de construcción de  este ferrocarril. Por eso, y para no ser repetitivo, dejo aquí ese tema;  quien lo desee, puede acudir a lo que ya he escrito, o enviarme un correo a la dirección adjunta para aclarar dudas. En otras palabras, adopto ahora una forma nueva de aproximación al asunto.


En el centro del poder político y económico de México, el temor era que su construcción provocara la pérdida de Sonora. El recuerdo de lo había sucedido en Texas alimentaba ese razonamiento, lo que había llevado al presidente de México, Sebastián Lerdo de Tejada a decir: "entre una nación fuerte y otra débil, la mejor defensa es un desierto".

El Gobierno de Sonora, se había manifestado, ya desde 1872, favoreciendo su construcción. El periódico oficial, La Estrella de Occidente, en un editorial se había puesto, abiertamente, del lado de los desarrolladores, argumentando que se equivocaban los sonorenses opuestos al ferrocarril, porque éste serviría como un agente civilizador.

Entre la sociedad sonorense, los argumentos opuestos iban desde aquellos que se manifestaban contra la creciente influencia de estadounidenses de clases bajas; a la oposición de regiones enteras, como las tradicionales agrícolas de Moctezuma o Sahuaripa, que no serían beneficiadas por una construcción en la que la vía férrea no pasara por la región serrana del Estado. El  problema llegó,  ya durante su construcción, al sabotaje.

Además, persistía la duda sobre cómo desarrollar la economía y población sonorense, que a pesar de la paz porfiriana había continuado cayendo. 

Sonora había llegado a un máximo de 150 mil habitantes, aunque para el censo poblacional de 1860 había apenas 108 mil, y el cónsul estadounidense en Guaymas expresaba que para 1876, o sea seis años antes de la inauguración del ferrocarril, Sonora tenía menos de 90 mil, de los que la tercera parte eran indios, o sea población que no estaba incorporada a la fórmula social de los "modernos". 

Posiblemente ese decrecimiento en población se debiera a otras causas, como la consecuencia, aquí, del imperio de Maximilano, la de la Fiebre del Oro estadounidense, o bien que Sonora no había encontrado aún su papel a desarrollar en el futuro. El resto de los habitantes había emigrado a otras regiones del país o a Estados Unidos en busca de su mejoramiento económico o social.

Ya he descrito cómo fue cambiando la ruta original del ferrocarril durante su construcción. El proyecto original era hacerla desde Guaymas a Hermosillo, y de allí al Paso, actual Cd. Juárez. Sin embargo, ya durante la construcción se cambió la ruta por otra que, curiosamente, había sido establecida desde 1859, o sea más de veinte años antes. 

Esa ruta se basaba en el Tratado Mc Lane-Ocampo, que había sido rechazado, no por México sino por Estados Unidos. Era un tratado que había sido aprobado previamente por el gobierno de Juárez, y contemplaba no la disección ni trisección sino el desmembramiento mismo de la nación mexicana al permitir tres pasos por territorio nacional, los que efectivamente dividían en cuatro secciones al territorio nacional.

Entre sus cláusulas estuvieron el establecimiento de una ruta terrestre desde Tamaulipas hasta Mazatlán, otra a través del Istmo de Tehuantepec, y otra más
"desde la ciudad de Guaymas, en el golfo de California, hasta el rancho de Nogales, o algún otro punto conveniente de la línea fronteriza entre la República de México y los Estados Unidos cerca del 111º Grado Oeste de longitud de Greenwich…" 

De esa magnitud es lo que se concedía a través de la construcción y funcionamiento del Ferrocarril  de Sonora. Con esta construcción se revivían las aspiraciones expansionistas estadounidenses, a la vez que la reafirmación o rechazo de la Doctrina Monroe,  así como las aspiraciones "redentoras" territoriales de la nación vecina. Ahora le tocaba a Sonora  hacerlas cumplir o  no.


El espacio se me agota, así que en los siguientes artículos hablaré de las tarifas, sobre cómo afectó su construcción al crecimiento regional, cómo se fue  modificando la mentalidad de los fronterizos que  se veían expuestos a la propia de los estadounidenses, y otros temas más que surjan en el periodo intermedio o me sean sugeridos por los lectores, etc.

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