El origen de Magdalena
La historia de Magdalena desde siempre ha estado envuelta en
incertidumbres. Esto se debe a que no hay certeza sobre el origen de su nombre,
sobre su fundación o su principal festividad.
Veamos en orden cada uno de estos factores.
Su nombre
Un artículo escrito recientemente por Ronald Geronimo, miembro
de la nación Tohono O´odham en Arizona e Instructor de la Cultura y lenguaje
O´odham en el Colegio Comunitario O´odham, texto que se titula
"Estableciendo Conexiones con el lugar: Identificando los nombres de lugares
O´odham en los documentos españoles tempranos," artículo que fue publicado
en el número más reciente del "Journal of the Southwest" que edita la
Universidad de Arizona, elabora acerca del origen del nombre indígena de
Magdalena, la antigua Santa María de Uquibava o Uquivaba, ya que se utilizaron originalmente
ambas formas.
La palabra Buquivaba, como se estila escribirla actualmente, no es
reconocida por los hablantes del lenguaje Pima que, por otro lado, conocen al
poblado y municipio como "Mali:na," palabra que, obviamente, se
deriva del español. Bueno, Gerónimo
encontró dos palabras que pueden ser la raíz del nombre nativo. Una es
"Ugk Wawhi" que significa manantial alto; y la otra es "Ugk
wa:w," roca alta o acantilado.
La primera raíz de la palabra, sin duda es "Ugk" o
sea alto, mientras que la segunda, según Gerónimo y para no hacer más extenso
este artículo, se debió derivar de "wa:w," por lo que el reto ahora
era encontrar un acantilado o pared cercano a Magdalena. Anduvo en su búsqueda
hasta que halló, al Sur de esa población, un peñasco que le ha dado nombre al rancho
que allí se encuentra, peñasco que tiene una enorme pared que recientemente ha
sido pintada con una imagen de la Virgen de Guadalupe, como se ve en la imagen interactiva que muestro en seguida:
Lo que no sabía Gerónimo es que en ese mismo cerro, del Quiche como le llamó el geógrafo estadounidense Carl Sauer, quien lo investigó y publicó un trabajo relacionado en la década de 1930, halló sobre éste restos prehispanos de habitación, así como cerámica de color blanco con dibujos negros que él atribuyó a la cultura mimbres, aunque muy bien pudiera ser de estilo chihuahuense, lo que lo enlazaría con una larga red de interacciones comerciales entre la costa sonorense y el actual Chihuahua, aunque ya me aparto del tema central de este artículo.
Ahora bien, geológicamente, este peñasco forma parte de una erupción
volcánica que le dio forma al cercano Cerro de la Ventana, como se le conoce,
erupción que data de finales del Oligoceno, o sea aproximadamente hará unos 25
a 27 millones de años.
Fundación de Magdalena
Pero regresando a Kino, no se sabe cuándo visitó el
misionero por primera vez el lugar o la fecha de la fundación de esta misión, aunque
se infiere que debió ser desde el inicio de su labor evangélica. La primera
mención que se encuentra en sus documentos data de cuando escribió que el Padre
Luis María Pinelli había sido destinado a la misión de San Ignacio de Cabórica
por 1691, teniendo como visitas a Magdalena y al Tupo, lo que nos indica que para entonces ya había estado el misionero en el lugar, aunque no registró la fecha precisa de su estancia allí.
Pasaron los años, y la capilla a San Ignacio que le tocó
dedicar a Kino en el templo de Magdalena, la misma en que fue enterrado cuando,
oficiando la misa durante la dedicación de la capilla el 15 de marzo de 1711 se
sintió mal y falleció horas después, fue siendo gradualmente olvidada por el paso
de los años. Posteriormente, el 16 de noviembre de 1776 asaltaron el poblado
los Apaches, quienes quemaron el templo mientras que el misionero apenas pudo
escapar con su vida.
Las fiestas de Magdalena
Y así, nuevamente pasaron los años, y en 1832 fue dedicada
la iglesia que conocemos actualmente, templo que fue construido por el Padre
José María Pérez Llera, lo que nos dice que había una actividad, tal vez ya las
fiestas anuales a San Francisco, que hacían meritoria esa construcción, además
de que para entonces, como nos recuerda el antropólogo Bernardo Fontana: aunque
"...la información particular sobre el tema es insuficiente, parece ser
que ciertamente hasta 1813 la fiesta de San Francisco se conmemoraba durante
los primeros días de diciembre, ya que San Francisco Xavier falleció el 3 de
diciembre. Por 1828, sin embargo, esta conmemoración parece haber cambiado del
3 de diciembre al 4 de octubre." Es posible que el clima, que es más benigno
en octubre que en diciembre haya sido un factor en el cambio de la festividad
anual desde diciembre al 4 de octubre.
![]() |
John Russell Bartlett |
Octubre, 1851
Aunque los "San Francisco" son tan comunes en
México como lo son los Washingtons, Jefferson y Franklin con nosotros, y se
encuentran iglesias dedicadas al santo por todo el país, de cualquier manera
éste, de La Magdalena, es el más celebrado y potente de todos, ya que tiene una
figura celebrada de San Francisco que, entre otros milagros, realizó el de
seleccionar el sitio en donde residiría. Un grupo de franciscanos, dice la
leyenda, viajaban en búsqueda de un lugar adecuado para fundar un
establecimiento, y tenían entre otros efectos a esta figura del santo empacada
en una mula. Al llegar a este lugar, el animal que llevaba esta carga preciosa
se obstinó y rehusó moverse. Esto, los padres interpretaron que indicaba que el
Santo deseaba quedarse aquí. Así que aquí construyeron la iglesia. El edificio
original, con excepción de la torre, se encuentra en ruinas, aunque hace unos
años fue construido otro que es un edificio imponente, con dos finas torres y
un gran domo , debajo del cual reposa el santo."
En el dibujo adjunto se muestra el templo actual de Magdalena, y a su lado otro más, que es el anterior, en ruinas, que menciona Bartlett. Por otro lado, parece ser que lo traicionó la memoria, ya que el templo, que es el mismo que se levanta actualmente, únicamente tiene una torre y el domo. Además, en el dibujo a lápiz que el mismo Bartlett presentó como suyo, aparece el templo con una sola torre, como se ve en seguida. Pero regresando al texto de Bartlett:
Otra imagen de Magdalena, realizada alrededor de 10 años después. |
La Magdalena y la Iglesia
de San Francisco son la Meca de los católicos devotos. Desde la frontera de
Sinaloa en el Sur hasta el puesto más remoto cerca del Gila, y desde el Golfo
de California hasta la Sierra Madre, llegan por millares a ofrecer sus
devociones en su capilla. No es raro ver a grandes pecadores acarreando su
carga de culpa por distancias de cuatrocientas o quinientas millas; un viaje en
este país de gran dificultad que requiere de más tiempo que el que se emplea en
otro desde Nueva Orleans a Quebec.
Las clases sociales pobres comúnmente
caminan comúnmente cien millas, pidiendo limosna en el camino. Los más
penitentes, como los idólatras de Juggernaut, o el devoto Mahometano en la
capilla de su profeta, pueden ser vistos postrándose y, con sus manos cruzadas en el pecho, avanzar
de rodillas cien pies o más hacia la iglesia.
Ambos, hombres y mujeres, son
vistos afanándose en la calle polvorienta y en el pavimento de ladrillos de la
iglesia hasta que llegan a la presencia del Santo, que se encuentra acostado debajo
del domo y frente al altar. Cuando los devotos llegan frente al santo, se
persignan y con los brazos extendidos repiten sus plegarias. Luego se levantan
y, allí cerca presentan sus ofrendas.
El cuerpo de San Francisco, o mejor dicho la imagen, se
encuentra sobre una plataforma con ricos vestimentos y cubierta con una pieza
de damasco satinado de colores muy llamativos. Unicamente se ven la cabeza, la
manos y los pies Están hechos de madera pintada para representar la carne, y me
dijo un caballero mexicano que éstas forman toda la estatua. El cuerpo, me
dijo, es meramente un marco relleno de trapos y ropas para darle una forma,
sobre la que se coloca la pieza de tela. Las ofrendas consisten de dinero y
velas; y debido a que la cera es muy cara aquí, las clases más pobres regalan
velas de sebo.
Había un sonido continuo de dinero, de hecho tan continua es la caída de pesos de plata dentro del receptáculo que ha sido colocado, que no se escuchaba ningún otro sonido. Lo singular de toda esta mascarada es que no había algún sacerdote presente. Los hombres que tomaban el dinero estaban vestidos en forma ordinaria, con nada que los distinguiera de la multitud que los rodeaba. Es posible que hubiera algún sacerdote detrás del altar o en algún otro lugar que no veían los devotos, pero mientras estuve al lado de la imagen y presencié estos hechos en dos ocasiones, no pude percibir a nadie.
Se puede estimar de
las multitudes presentes, cuando digo que los recibos de este año, aunque hubo
menos gente que lo común, fue de alrededor de doce mil pesos; ésto mientras que
en otras ocasiones la cantidad de dinero regalado voluntariamente alcanzó la
cantidad de diez y ocho mil pesos. Y a la pregunta de qué pasó con todo este
dinero, recibí la respuesta común de "¿Quién sabe?" Sin embargo, un
caballero me dijo que se iba a la ciudad
de México, y que ni los pobres de Magdalena ni la iglesia sacaban ningún
provecho.
En la noche visité nuevamente la iglesia y fui testigo de la
ceremonia de consagrar los listones. El espacio alrededor de la imagen estaba amontonado,
como en la mañana, con devotos, cada uno con su pieza de listón. El modo de
consagrarlos dependía de la enfermedad del solicitante. Si él o ella tenía un
dolor en la cabeza, el oficiante Franciscano pasaba el listón varias veces por
la frente de la figura. Si era ciego, el listón se pasaba por los ojos; si cojo o con reumatismo, se pasaba por los
brazos o piernas; y en muchas ocasiones ví que lo pasaban entre los dedos de
los pies del santo.
Si alguno de nuestros regidores hubiera sido el suplicante
de este último proceso, uno podía haber creído que era por gota; pero me
imagino que una dieta de frijoles y tortillas no genera esa enfermedad en
México. Algunos de los devotos recibían piezas grandes de listón, el que
aplicaban a cada parte y se hacía un nudo después de cada aplicación, formando,
como dijo alguno de los caballeros, "una especie de botiquín
familiar." La fe de la gente en esta cosa de madera pintada es asombrosa.
Un anciano nos dijo con la mayor seriedad que en mayo pasado, cuando el cólera
visitó el lugar y mataba a alrededor de veinte al día, lo único que hicieron
fue sacar la imagen a la calle para que la enfermedad desapareciera de
inmediato. Se le preguntó qué hubiera dicho si la enfermedad hubiera
continuado, y contestó: "que era el deseo del santo y debemos obedecerlo."
En nuestras caminatas, llegamos a una tienda que se veía
atractiva, para preguntar acerca de nuestras provisiones. El propietario, señor
González, era nativo español, lo que de inmediato percibimos por la pureza de
su lenguaje. De momento nos reconoció como estadounidenses, y después de
responder a nuestras preguntas, nos invitó a un departamento más adentro que
tenía muchos adornos con muy buen gusto.
Una de las primeras cosas que noté fue
una mecedora estadounidense -un artículo de lujo mejor adaptado, uno supondría,
a los hábitos quietos de los mexicanos, con su afición por una siesta durante
el calor del día, que el de los inquietos estadounidenses. Se nos ofrecieron
vino y refrescos y pasamos una hora en muy buena conversación con nuestro nuevo
conocido. Nos dio mucha información acerca de la región y las ceremonias que
acabábamos de presenciar.
Mientras estábamos allí, entraron varios extraños,
caballeros con educación y respetabilidad, quienes al saber quiénes éramos y lo
que buscábamos, nos dieron la información que queríamos así como también nos
ofrecieron sus servicios. Me apenó saber que él no nos podía abastecer de los
bienes que necesitábamos, aunque esperamos que
la feria abastecería de muchas mulas al mercado, así que en unos pocos
días pudimos obtener todo lo que queríamos.
En la noche caminamos por el pueblo y entre los expendios,
que estaban colocados en todos los lados de la plaza y por las calles
principales. Se parecían mucho a las que acostumbran poner en Nueva York el
cuatro de julio. Pasteles de distintos tipos, tortillas, frutos y aguardiante
eran los artículos básicos; y aunque había puestos totalmente apropiados a la
venta de este licor intoxicante, no recuerdo haber visto a un sólo borracho.
En medio de estos puestos había un terreno
cubierto totalmente con las ramas de los árboles, dentro del que había algunos
cientos de personas que bailaban. Una enorme tambora, que se escuchaba por
encima de los demás ruidos, un par de violines, y un clarinete tocaban valses y
polkas, que los caballeros y las señoritas de una manera que asombraría a
nuestra comunidad danzante. Y a pesar de que la mutitud reunida estaba formada
de extraños entre sí, se mantenía un orden perfecto. Los mexicanos son afectos devotos
a bailar, y una vez que entran al baile, no paran hasta que aparece el sol el
día siguiente. A algunos de nuestro equipo les gustó esta diversión, aunque
tomaban turnos.
Así, echando una mirada a lo largo de la fila de damiselas de
ojos obscuros que ocupaban los bancos, y seleccionando la más atractiva,
avanzaban sin ninguna introducción, las llevaban a la arena y de inmediato se
unían al alegre remolino. De esta manera se mantenía un perpetuo fandango día y
noche, en el que gente de todos tipos, tamaños y conndiciones podía ser visto,
bailando bajo el lento ritmo de la música española, o el vals o polka más
activos. Sin embargo, parecía que el juego predominaba.
Había hileras enteras
de puestos dedicados a esta excitante diversión; y multitudes de todas las
edades, sexos y clases se encontraban reunidos en su rededor. Muchachos y chicas de seis y ocho años de
edad ponían sus monedas, mientras que los hombres hacían lo propio con sus
reales y pesos; mientras que en las otras mesas los más ricos y aristócratas
aventuraban sus onzas. Algunas de las mesas estaban atendidas por mujeres,
seleccionadas, no por su belleza personal sino por su experiencia en barajear
las cartas.
![]() |
Acuarela que, obviamente, es un trabajo posterior aunque del mismo autor que el boceto que presento más arriba. |
Octubre 3
Acompañado del Señor Pratt fui a los cerros opuestos a
nuestro campamento, a realizar algunos bocetos. Los cerros estaban separados
del campamento por el río, en cuyas márgenes algunos cientos de hombres y
mujeres se bañaban o lavaban. Algunos álamos crecían en el valle, y las orillas
de la corriente estaban alineados con arbustos de sauces. Los cerros, aquí,
tienen unos quinientos pies de altura; y desde ellos obtuvimos una magnífica
vista del pueblo y llanura adyacente, que estaba cerrada, por el Sur, por una
cordillera de montañas altas. El cerro en el que estábamos se encontraba
literalmente cubierto de cactos de toda variedad, ya que plantas pequeñísimas,
no mayores que el dedo pulgar de uno, que apenas salían de alguna grieta, hasta
el gigantesco cereus, que se elevaba a
más de cincuenta pies. El agave, la yuca, el ocotillo, la bayoneta, el mezquite
y otras plantas similares crecían en profusión alrededor de nosotros.
En la noche visitamos de nuevo la iglesia, en la que
ocurrían las mismas escenas que ya describí. Ahora estaba brillantemente
iluminado y una procesión marchaba a través de la multitud, cada individuo con
una vela en sus manos. La música era tocada por una banda de circo de
Hermosillo, que tocaba las mismas piezas para los intermedios de los servicios
que lo había hecho para las actuaciones de la tarde. Algunas de nuestras
populares melodías Etíopes ocasionalmmente agraciaban nuestros oídos.
Octubre 4
Encontrando imposible obtener alimentos aquí, me decidí ir a
Ures, capital del Estado de Sonora, aproximadamente a unas noventa millas de
distancia, con el propósito de obtener lo que necesitábamos, y de negociar mis
solicitudes al gobierno, las que no podía realizar aquí. El Señor González
accedió a proveerme de las mulas que quería, pero no podía hacerlo en menos de
una semana o diez días. En consecuencia le di una orden para que me procurara
... las que me serían entregadas a mi regreso de Ures.
En la tarde, se realizaron servicios sobre la figura de San
Francisco, antes de que lo llevaran por las calles en una procesión solemne. Tan
pronto como se puso el sol, las ocho campanas empezaron a tocar alegremente, se
iluminó la iglesia y formó la procesión. Se sacó la figura en una plataforma,
sobre la que había un paño de satín colorado; y se formaron dos líneas que se
extendían a través de la plaza, y cada individuo llevaba una vela de cera
encendida en su mano. Estimé que el número que había en la procesión con esas
velas en unos mil doscientos. Una banda de
música dirigía la procesión, seguida por niños y hombres que balanceaban
incensarios. En seguida venía el Santo, precedido por un sacerdote, seguido de
una multitud de mujeres con velas encendidas, las que constituían el cuerpo
principal de la procesión. Inumerables cohetes pequeños fueron arrojados por el pueblo, los que
volaban en todas direcciones hasta caer en medio de la multitud. También,
aquellos que tenían, disparaban mosquetes desde las casas y los techos cuando
pasaba la procesión.
En conjunto, el ruido y confusión nos recordó al cuatro de
julio, y parecía exhibir tan poca devoción como esa fecha nos provoca a
nosotros. Era una escena continua de diversión e hilaridad desde inicio hasta
el final. Después de marchar a través de la plaza y por una de las calles, toda
la distancia de menos de un cuarto de milla, la imagen fue llevada de vuelta al
templo y colocada en su nicho hasta el año próximo, y de esta manera terminó la
fiesta....
La Magdalena es el pueblo mejor construido que habíamos
visto, las casas son hechas principalmente de adobe, aunque algunas son de
ladrillo, y casi todas con estuco y blanqueadas. Muchas están pintadas de
amarillo y adornadas de tal manera que muestran bastante gusto. La población
permanente no excede de mil quinientas almas, aunque durante la festividad de
San Francisco se eleva a diez o doce mil habitantes."
Así fue cómo, debido a que para entonces la festividad de
Magdalena había alcanzado gran prominencia, el Gobierno del Estado decretó en
1862 que se celebrara anualmente una feria allí. De esta manera inició el
despegue en importancia de Magdalena, hasta que llegó a connvertirse en la capital
espiritual del Norte de Sonora.
Comentarios
Publicar un comentario