Lola Casanova y Olivia Oatman

Me han pedido más historias parecidas a las de Larcena Pennington, mujer sobre quien traté en mi último, como prueba del interés que ha despertado este tema, así que en este artículo toco el asunto, no únicamente de mujeres estadounidenses sino de sonorenses que fueron secuestradas por los indígenas en aquel entonces.

Las condiciones en nuestro país y especialmente del Norte de México eran lastimeras durante esa época.  Acababa de terminar la guerra de 1846 a 1848, cuya consecuencia más importante fue la pérdida del territorio del Norte de México, y cuyo principal efecto para nuestro Estado fue el de convertir a esta zona en una nueva región fronteriza entre dos naciones.

Y si le agregamos a esta situación el efecto que tuvo la entonces nueva Fiebre del Oro de California, tenemos que nuestra región, y principalmente el Desierto de Sonora, fueron muy importantes durante entonces, ya que los atravesaba la ruta que siguieran entonces incontables viajeros que se dirigían a California;  ruta que fue conocida desde entonces como Camino del Diablo debido a los calores del Desierto.

Pero además, en las demás regiones de Sonora, regiones que quedaban alejadas del Desierto, se encontraba el peligro constante de los ataques indígenas, lo mismo en Sonora que en Arizona. Eran asaltos que se debían a una acción de doble causa que se ejercía como una pinza sobre la sociedad.

Por un lado, las condiciones económicas lastimeras de los habitantes de la región habían llevado a que gran parte de los sonorenses emigraran a California en búsqueda de su mejoramiento económico.

Y por el otro, los indígenas procuraban subsistir como pudieran, aunque fuera a espaldas de los no nativos.

Todo lo anterior ahora lo entendemos como un presagio de lo que venía, una pugna que se daría en el futuro con el aprovechamiento de los recursos territoriales indígenas para el desarrollo económico de la región. Pero eso estaba aún en el futuro y no se podía prever por entonces.

Para 1851 ya habían cruzado el Camino del Diablo alrededor de 60 mil personas de la mayoría de las naciones, quienes se dirigían a California en búsqueda del oro; eran viajeros cuyas crónicas nos han dejado más de dos millares de narrativas. De las historias que nos contaron y situaciones que conocemos, así como de los peligros a que se enfrentaron destaca la historia de varias mujeres que fueron secuestradas por nativos a mediados del siglo XIX, aunque sobre todas ellas resaltan los casos de una mujer en Sonora y otra en Arizona.

En Sonora estuvo el caso de Dolores Casanova en 1850. Ella fue una mujer de la que no se conocen fotografías y además hay divergencias acerca de su suerte futura. Lo que se sabe a ciencia cierta es que su caso ocurrió entre Hermosillo y Guaymas, cuando la caravana en que iba fue atacada por los indios Seris y ella fue secuestrada por ellos, aunque varían las versiones acerca de lo sucedido después con ella.

Una de esas versiones nos dice que formó una familia con un indígena Seri, al grado de que actualmente hay Seris que trazan su  ascendencia a ella. Y por el otro, está la existencia de varios documentos, entre los que se encuentra un informe fechado ese mismo año de 1850, del Prefecto de Guaymas, Cayetano Navarro, quien sería un futuro suegro de quien sería cónsul de México en Nogales, Arizona, Manuel Mascareñas Porras, dueño del rancho Buenavista y Santa Bárbara, sobre el río Santa Cruz, al Este de Nogales. En este informe, más bien un parte de guerra, Navarro nos habla de la suerte que tuvo Lola Casanova:

“Por nuestra parte tenemos que lamentar la muerte de la joven doña Dolores Casanova a quien sacrificaron pocas horas después de la acción del Batamote, a consecuencia de habérsele muerto al enemigo una mujer herida de bala en la misma acción”.

Sin embargo, Navarro no vio el cuerpo de ella, aunque posteriormente  el periódico Oficial del Estado, el Sonorense, que era publicado en la entonces capital del Estado, Ures, publicó otros reportes del incidente del rapto en dos publicaciones de ese año, agregando específicamente que a Dolores Casanova  le habían "sacrificado en cautiverio" los Seris.

Cualquiera que sea la realidad histórica, ésta fue una narrativa que se ha convertido en uno de los referentes literarios e ideológicos del ser sonorense. A su crónica le han sido agregados elementos que mezclan la interpretación racial del Estado de Sonora, como que el indígena que la raptó, Coyote Iguana, le dijo que en realidad no era Seri sino Pima. Lo anterior ha llevado a que se hayan escrito libros así como filmado películas acerca de el caso de Lola Casanova, aunque el espacio de que dispongo aquí no es suficiente para intentar cubrirlos a conciencia, por lo que lo dejo aquí.

Olivia Oatman
El otro ejemplo de este artículo, estadounidense, fue el caso de Olivia Ana Oatman, quien había nacido en 1837 en Illinois a una familia de mormones que se dirigían también a California buscando oro,y quienes después de atravesar el Camino del Diablo, en las orillas del río Colorado toda la familia Oatman fue asesinada por los indios, y ella y su hermana fueron robadas por los nativos.

Tras un año de cautiverio con ellos fue cambiada a otra tribu, de Mojaves, quienes la trataron muy bien. Fue tanta la apreciación que le tuvieron que le fue tatuada la cara y brazos como lo hacían con los miembros apreciados de su tribu.

Por otro lado, no hay certidumbre si tuvo familia con alguno de los nativos, aunque tras varios años fue devuelta en Fuerte Yuma al mundo europeo y cualquier mención de algunos descendientes suyos quedó borrada para la historia.

Sobre Olivia Oatman sí existen documentos que nos dan fe de su suerte futura tras su regreso, no así acerca de lo que sucedió con ella cuando vivió con los nativos.

Estos dos casos nos muestran dos realidades culturales, la mexicana y la estadounidense, eran dos realidades que se bifurcaban entonces, ya que la historia de Arizona y Sonora había sido una sola hasta la Compra de la Mesilla; fue una historia común que entonces empezó a divergir en el tratamiento de asuntos de posible mestizaje en el Sonora y el Arizona que nacía entonces. Sospecho que ambas historias se mezclaron en la mente de los sonorenses o arizonenses, hasta darle forma a una nueva intepretación de lo sucedido, y así se le dio cuerpo a una "realidad histórica" que ha sido conformada a través de los años.

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