La educación en Sonora después de la prohibición de cultos

Así llegamos al periodo de construcción estructural e ideológica de Sonora, siguiendo el programa social de la Iglesia. Esto sucedió a partir de la reanudación del culto religioso, que en Sonora comenzó desde 1937 bajo el obispado de Don Juan Navarrete y Guerrero.  Ya vimos en los artículos anteriores cómo fue también por entonces, tal vez por diseño o posiblemente por coincidencia, que la acción social eclesiástica fue desplazada relegada de lo rural y redirigida a lo urbano..

Sin embargo, como es obvio en cualquier estructura social, era imposible que todos los actores del momento percibieran con claridad el futuro, lo que ocasionó que en el proyecto de construcción de la Iglesia post conflictos, haya habido varios puntos de vista. En primer lugar , acerca de los métodos para llevar a cabo la construcción de los esfuerzos eclesiales, como también diferencias de todo tipo, de naturaleza más profunda. Además, por otro lado había una verdadera necesidad de la institución eclesial por hacerse de nuevos elementos humanos, y Sonora no se podía quedar atrás.  Así fue cómo surgieron diferentes puntos de vista, algunos de los cuales fueron ganando terreno, acerca de diferentes aspectos de la religión. No los trato más a fondo debido a que son muy recientes y exponerlos no sería adecuado de mi parte.

De cualquier manera, debemos entender que la Iglesia en Sonora no constituía un monolito. Esto se aprecia en una carta de Francisco de la Torre a su madre, fechada en julio 15 de 1944, en la que detectamos de inmediato animadversión entre el joven de la Torre y el Obispo, pero además que las cuestiones personales reflejan también diferencias sobre el papel social de la institución:  

“Llegó el tren, entregué mis maletas al porter, y fui a reunirme a la bolita alrededor del Sr. Navarrete; su Excelencia me dio la espalda, y no se dignó dirigirme una palabra, hasta que yo, por mi cuenta, traté de meterme en la conversación. A la hora de subir al tren, lo mismo, me volvió la espalda de mala manera. A pesar de todo yo disimulé sus groserías episcopales, y lo seguí y me senté con él a platicar un rato. El comenzó por echarme un discurso (su tema de siempre) que en Sonora estaban aislados porque estaban en tierra de misión, y que allí no necesitaban colegios de ricos, sino de pobres…” 

Otro de los ejemplos, hay que decirlo, que se deja ver en las acciones de entonces, es que algunas de las estructuras que habían sido construidas para defender a la Iglesia de los ataques del Estado durante el periodo más álgido de las relaciones entre ambas instituciones, estructuras como la Liga de la Defensa Religiosa ya desde 1937 se encontraba en franca decadencia. Por ejemplo, la meta de “Don Fortino,” nombre que también se le daba al Obispo Navarrete, era ya entonces dejar de lado las acciones de la Liga de la Defensa en favor de  otras organizaciones, según lo decía el mismo Jefe de la Liga en Magdalena: 

“Dando por muerta a la Liga, hay que proceder lógicamente. Es más fácil echar mano de un organismo vivo que resucitar un muerto. Dejemos, pues, en paz a la Liga … que vengan en buena hora los legionarios, si ellos han de desbrozar una selva que para nosotros ha sido impenetrable ...”

Además, la reanudación del culto se daba durante un periodo en el que la Iglesia también se renovaba, sin saber claramente hacia dónde apuntaría el futuro, aunque ya se veía que una de las principales tareas sociales de la Iglesia sería el de la educación, no únicamente en Sonora sino en todo México. 

Por ejemplo, esa tendencia ya había sido prevista en la UNAM, ya que por entonces, el Lic. Rodolfo Brito Foucher, un prominente abogado mexicano y Rector de la institución, sostenía la opinión de que la Constitución de 1917, prohibía específicamente la intromisión de la Iglesia en la escuelas “elementales y secundarias, escuelas normales y para trabajadores” aunque no decía nada acerca de la educación superior. Y hacia allá apuntaron las acciones de la Iglesia en la capital del país, primero con la fundación del Centro Cultural Universitario, dependiente de la UNAM,  aunque una huelga universitaria acabó con ese proyecto en lo inmediato, aunque también derivó en la fundación de la Universidad Iberoamericana en 1943, una institución educativa dirigida por la orden Jesuítica.

Ahora bien, en Sonora ya se podía ver que, igualmente, la receta del futuro tendería a lo urbano, y por eso fue que los esfuerzos de la Iglesia por la educación rural o semirural en el  Estado fueron quedando atrás, no olvidadas sino relegadas a un segundo plano. Esa fue la verdadera razón por el cierre del Seminario y la disminución del papel de la Academia comercial en Magdalena. Era que el futuro apuntaba hacia los nuevos centros urbanos que surgían en la entidad. Nogales como frontera y  Hermosillo como capital del Estado. 

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