La región de Arizona durante los nacimientos de Sonora y de Estados Unidos
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Estatua de Neve, situada en Los Angeles |
En diciembre de 1783, a través del Tratado de
París, España reconocía a la entonces pequeña nueva nación de los Estados
Unidos de América como un Estado independiente, aunque casi nadie previó las consecuencias que este
reconocimiento traería para Nueva España. De cualquier manera, en el pequeño poblado de Arizpe, dos
meses antes de este reconocimiento, un funcionario de la Comandancia General del Estado de Occidente,
Juan Gassiot, le enviaba una misiva al Gobernador, Felipe de Neve, quien fue el fundador de El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Angeles del Río de Porciúncula, actual ciudad de Los Angeles. En ese texto, Gassiot profetizaba:
Sería bueno que
considerásemos que una nueva e independiente potencia ha surgido en nuestro
continente. Su gente es activa, industriosa y agresiva. Una vez que queden
libres de la guerra que han librado por tantos años contra su madre patria,
esta gente, viendo al futuro … regresarán a su genio natural para la
agricultura, las artes y el comercio, a favor del cual extenderán sus contactos
tanto como puedan. Y mientras más sea el progreso que alcancen, menos segura se
hará nuestra presencia aquí. Sería culpable inadvertencia la nuestra no tomar
pasos calculados, efectivos e inmediatos para extender nuestros territorios y
bloquear sus avenidas de riqueza de una manera que frenen sus designios de
conquista. Si fallamos en hacer ésto, Su Señoría verá que los habitantes de los
Estados Unidos de América, atraídos por las ventajas del comercio que ofrece el
territorio indio situado entre sus asentamientos (en la costa oriental) y los
nuestros en Tejas y Nuevo México, harán viajes frecuentes a los territorios
intermedios, sobornarán a los nativos por medio del comercio, establecerán
puntos militares entre ellos y tal vez hasta los someterán bajo su dominio,
extendiéndose hasta las fronteras de nuestros territorios, en donde tendremos
finalmente que bloquear su paso -pero sólo después de que hayan ganado una
temible ventaja de más territorio adquirido
y muchos aliados.”
Sin embargo, nadie le hizo
caso, debido a los problemas a que se enfrentaba el México que nacía entonces, y
sus proféticas palabras se vieron cumplidas al pie de la letra durante el
siglo XIX. Todo empezó cuando la región del suroeste del entonces territorio mexicano de Nuevo
México, actualmente Estado de Arizona, empezó a ver anglosajones que llegaban
al territorio bajo diversos motivos.
Probablemente
el primer residente anglosajón en Sonora, un caso aislado, haya sido Pascual
Mitchell, quien vivía en Altar en 1829. Es muy posible que Mitchell haya llegado a Guaymas en 1817 en
el barco de guerra estadounidense Cossack, el que fue embargado y su nombre
cambiado a San Francisco de Paula, mientras que sus tripulantes fueron enlistados para
que sirvieran en el Presidio de Altar, debido a que los soldados habituales del Presidio participaban entonces en la guerra de Independencia de México. Mitchell tendría su parte en la
construcción de la iglesia de Tumacácori y hasta prestaría $80 para la conclusión de esa obra, y moriría años después, entre 1850 y 1851 en Tubutama durante una epidemia de
cólera.
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Cazadores de castores |
Ahora bien, el primer grupo de extranjeros
que se conozca que haya entrado a esta región pertenecía a una compañía de
cazadores de pieles de castor que se estableció en Taos, Nuevo México,
compuesta por francoamericanos, canadienses y estadounidenses, los que empezaron
a seguir la corriente del río Gila buscando castores,
y así conocieron el Sur del actual Arizona cuando encontraron y siguieron las corrientes de los ríos San Pedro y posiblemente también el Santa Cruz; debido a que allí había castores. Fueron
hombres como Kit Carson, Pauline Weaver, Bill Williams, James Ohio Pattie o David
Edward Jackson.
El Estado de Occcidente |
Esta pugna continuaría, empeorada por el decreto de expulsión de los españoles, que forzó a que los misioneros de San Xavier del Bac y de Tumacácori, Rafael Díaz y Ramón Liberós, fueran expulsados, lo que dejó a esas misiones desprotegidas.
Las luchas entre
Sonora y Sinaloa continuarían hasta que el, 13 de octubre de 1830, un Decreto
establecía a los Estados de Sonora y Sinaloa como entidades diferentes, separadas entre sí a partir
del 13 de marzo siguiente, aunque el decaimiento de las misiones continuó y ese
1830 Fernando Grande, a quien se le había tocado la responsabilidad de cuidar lo que quedaba de esas antiguas misiones de
la Pimería Alta, escribía un reporte en el que se quejaba que las tierras
misionales de la región a su cuidado yacían incultivadas, aunque siguieron creciendo en población, principalmente de recién inmigrados, como ya hemos visto en artículos anteriores. Por ejemplo, un año después, un censo revelaba que había
435 personas viviendo en Tucsón y 303 en Tubac.
Y así, la vida continuó, ahora con la reanudación de los ataques Apaches, por lo que al Juez de Paz de Tubac, Trinidad Irigoyen, le tocaría intentar combatirlos, aunque cuando el Comandante Militar en Tubac, José María
Villaescusa, pidió ayuda a Imuris, le contestaron que no había nadie con rifle
o caballo que pudiera ayudar a Tubac, y poco después, Irigoyen le comunicó al
comandante que allí sólo quedaban 12 civiles, protegidos por los tres soldados
que tenía Villaescusa. Si comparamos esta cifra con los 303 tubaquenses que había allí, según
el censo de pocos meses antes, vemos cómo Tubac sufrió una huida masiva de habitantes,
obviamente por temor a los Apaches.
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