1935. Tercera parte

Mientras que en el resto de Sonora el escenario de contiendas se centró alrededor de la tenencia de la tierra, la religión y la educación socialista, o sea un conflicto de claro tinte rural, por otro lado en la región Norte de la entidad la contienda que afloró durante 1935 tuvo otras características, las que ya anunciaban el imperio de la vida urbana. Es decir, en aquel ya lejano 1935, y como culminación de la tarea ideológica revolucionaria, en Sonora se expresaron dos conflictos distintos, dos impulsos sociales con motivaciones diferentes, tan válido uno como el otro; uno rural mientras que el otro fue preámbulo de lo urbano.

Mientras  que la contienda por la que más ha logrado renombre la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940) en  Sonora se realizó en el Sur de la entidad, asociada con la tenencia de la tierra en las márgenes del río Yaqui, o sea una contienda tan real como cualquiera que se le ocurra al lector, por otro lado en el Norte de Sonora ocurrieron otros hechos, en octubre de 1935, hechos que han sido olvidados por la historiografía.

En primer lugar, estuvieron los levantamientos de los Suárez de Opodepe y de Pablo Rebeil en el Distrito de Altar. Este último mató al recién electo alcalde de Altar, depuso a los concejos municipales de Pitiquito, Caborca y Oquitoa, además de obligar al alcalde de Atil que se les uniera; mientras, Suárez Arvizu mató al alcalde de Santa Ana y quemó los puentes del ferrocarril cerca de Magdalena. No me toca, aquí, hacer la crónica de lo sucedido entonces, aunque agregaría lo siguiente acerca de la motivación que hubo detrás de esos hechos.

Como prueba de la importancia que se le daba entonces al hecho, está el suceso de que como consecuencia de este movimiento, el Presidente Cárdenas envió a un hombre de confianza suyo, al Gral Beteta a platicar con los rebeldes, y éstos le pidieron que no se aplicaran los criterios ejidales en los ranchos ganaderos,  lo cual eventualmente lograron.

Otra, importantísima, fue la de que el movimiento de los rancheros en el norte de Sonora no tuvo banderas religiosas sino meramente de conservación de sus fueros ganaderos, esta motivación la encontramos en varias declaraciones posteriores de los alzados. En primer lugar, éstos se manifestaron como vasconcelistas; además, Suárez declinó, en una junta que tuvo con el obispo Navarrete, unirse al movimiento armado cristero de Ibarra según declaración posterior de un pariente del último, y que tampoco se adhirió al Plan de Cerro Gordo. Además, tanto Rebeil como Suárez proclamaron durante su revuelta ser meramente cardenistas, opuestos al gobierno sonorense de Ramos. En otras palabras, la motivación de aquellos ganaderos para alazarse no fue comunal como ocurría por entonces en el Sur de Sonora sino individual, no tuvo como bandera alguna reivindicación social sino que estuvo derivada de su trabajo, la ganadería.

Pero cambiando radicalmente de perspectiva por falta de espacio, y para reafirmar que la orientación educativa superior en el Norte de Sonora no tuvo ningún tinte socialista sino que se nutrió de otras fuentes, baste con recordar que la primera escuela Secundaria, o sea educación urbana y no rural,  inaugurada afuera de la Cd. de México fue la de Nogales, en septiembre de 1930. Con esta escuela amanecía el método de vida urbano de la frontera Norte de México.

Además, como manifestación de la modernidad, no socialismo de las aspiraciones de aquellos maestros, baste con recordar quienes conocimos a aquellos maestros, o sea a aquel equipo de pedagogos que dirigieron los destinos de la entonces educación superior urbana de Nogales, que no tenían absolutamente nada de socialistas.

Prof. Alfonso Acosta Villalvazo
Recordemos, a manera de ejemplo, el caso del Prof. Alfonso Acosta Villalvazo. Mientras que, eso lo supimos más tarde sus alumnos, en Zapotlanejo, Jalisco, el Prof. Acosta se había enfrentado a los cristeros, según él mismo nos lo narra, y como consecuencia vio evaporarse a su primer empleo de Director de la Escuela Superior de Niños de Zapotlanejo:

La ilusión de este primer empleo se vino abajo, al tener que enfrentarme al boicot impuesto por el Arzobispo Francisco Orozco Jiménez, quien decretó una excomunión a los padres de familia que enviasen a sus hijos a Escuelas Oficiales"

Así  fue cómo, después de varios destinos, llegó a Nogales en marzo de 1930, y convertido ya en uno de los principales directores de la educación superior nogalense entonces, en la que sería tarea de toda su vida pública, su acto supremo cíclico por aquellos años era llevar a sus estudiantes a Tucsón a participar en Octubre en las sesiones conmemorativas de la ONU, como lo recordará más de uno de sus alumnos.

Allí actuábamos, representando a éste o aquel país, en una obra que reproducía, didácticamente, en un "concierto de las naciones," lo que se intentaba sería  un ejercicio moderno de igualdad internacional, en aquel ritual que repetiría en incontables ocasiones.  Leamos lo que nos dice el profesor en un texto que nos dejó:

"A partir de 1937 y por más de 20 años, coordinadamente la Universidad de Arizona y nuestras escuelas Secundaria y Preparatoria, organizamos en la Ciudad de Tucsón, entre otras actividades, las conmemoraciones del "Día Panamericano" y "Día de las Naciones Unidas."
En esas ocasiones presentábamos lo más selecto de nuestro folklore nacional, otorgándosenos la deferencia de proponer al orador oficial, aprovechando la ocasión para presentar distinguidos oradores y altos funcionarios (el 12 de octubre de 1949, el discurso oficial estuvo a cargo del Lic. Alejandro Carrillo Marcor, en aquel entonces Secretario General del Departamento del Distrito Federal y años después Diputado, Senador y Gobernador de Sonora.)
En esos actos el Presidium estaba formado por el Presidente de la Universidad y los Deans de todas las Facultades, con sus togas y birretes, según los grados académicos conquistados; así como autoridades civiles y militares de las dos ciudades Nogales y Tucsón."


Con esta manifestación de otro tipo de urbanidad que nacía entonces, una urbanidad nogalense, queda probado que el tipo de educación que proponían aquel grupo de maestros era moderno, urbano no rural, de atención a lo social no comunalista.

Por otro lado, sería muy cansado para el lector que hiciera, aquí, una reseña de todo lo sucedido entonces. Sin embargo, éstos son dos ejemplos de que la naturaleza del movimiento social que se realizó en el Norte de Sonora no fue rural sino que ya anunciaba las normas de la convivencia urbana nacional. El futuro se encargaría de rechazar o avalar aquella tesis.

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